A mi abuelo
Nunca pensé que llegaría este momento, el momento en el que tú y yo nos tenemos que decir adiós, pero se que no para siempre. Sé que vas a estar ahí cuidándome porque lo que tú me has dejado en vida es lo más grande que me llevo. No sé ni por dónde empezar, quiero decirte que te puedes ir tranquilo abuelo, pues nos has dado tanto a cambio de tan poco, que ni en cien vidas te lo podríamos pagar. Ahora me toca seguir a mí, sin tus caricias y sin tus besos, pero con tus lecciones, tus historias, tus consejos y con tu aliento, porque aunque te vayas, una gran parte de mi corazón estará ocupada por ti. No me cansaría de darte las gracias y de decirte lo mucho que te quiero y lo orgulloso que me siento de que seas mi abuelo y de haberte podido disfrutar durante veintiocho años, que han sido maravillosos gracias a ti.
Sé que no voy a poder evitar emocionarme cada vez que vaya a Gijón, cada vez que vaya a la calle Martín o a Domingo Juliana, cada vez que desde la Campa Torres vea el puerto del Musel o cada vez que entre en la iglesia de San Pedro, pues si ya me emocionaba antes, ahora mucho más.
Cada vez que vaya a la playa me acompañarás, tu cogerás mi mano derecha y con mi mano izquierda agarraré aquel camión que me compraste y que casi era más grande que yo, cada vez que camine por el paseo de San Lorenzo tú irás a mi lado y me contarás una y otra vez la historia de tu emocionante vida y sé que cada vez que pise la casa de Tabanera, estarás ahí, esperándome sentado en el jardín con la baraja de cartas en la mano y jugaremos mil y una partidas hasta que completemos todos los cuadernos del mundo y si no nos apetece jugar, nos sentaremos durante horas en la terraza de casa a la luz de la luna y volverás a contarme de nuevo tus historias.
Cada mañana me levantaré y tú encenderás la radio, yo te veré lijando la madera como sólo tú sabías hacerlo, terminando tu pequeño macito de madera, de madera de Guinea, la mejor madera y más dura, como tú decías. ¿Y sabes qué, abuelo? que estos macitos son tu regalo en vida a toda la gente que te importaba y que cada vez que ellos lo vean, se acordarán de ti, de tu bondad, de tu carisma y de lo buena persona que eres.
Llegó el momento de decirte adiós y que descanses en paz, aunque de mi corazón, no te vas a ir jamás.
A D. Evelio Hernantes Merino, mi abuelo.
15-XI-1936 – 12-IX-2019